lunes, 26 de marzo de 2007

El mar también tiene luces

Faro de GetariaEl mar está lleno de misterios, de leyendas y, en definitiva, de poesía. Hoy en día todavía guarda muchos secretos, pero el ser humano, para poder orientarse en él, lo ha ido llenando de señales: los faros.

Los navegantes se basaban en el reconocimiento de elementos de la naturaleza, como las estrellas o el paisaje, para no perderse entre las olas. El tráfico marítimo aumentó considerablemente al establecer rutas fijas de comercio, por lo que las marcas resultaron insuficientes.

Al principio hacían hogueras para que los marineros las pudieran ver. Se construyeron estructuras que sostenían el fuego y lo protegían del viento y la lluvia. Rodearon el fuego de espejos y materiales que amplificaban la luz y mejoraban la visibilidad de la llama. Hasta llegar a los actuales sistemas. Con la tecnificación, la señalización marítima se vio necesitada de alguien que se encargara del mantenimiento y puesta a punto de los instrumentos.

La función de los faros es la de guiar a los navegantes, por lo que su luz tiene que llegar lo más lejos posible. Pero la tecnología no es suficiente para ello, porque la curvatura de la tierra limita el alcance de las bombillas. La niebla también obstaculiza la visibilidad. Hay días en los que ni siquiera se ven los faros: para eso están los GPS y los radares.

Las señales visuales nocturnas transmiten su mensaje a través de su luz y del ritmo de ésta. No son los únicos focos que se pueden ver desde el mar, ya que en zonas como La Concha donostiarra o en la entrada al puerto de Pasaia hay bombillas rojas y verdes estratégicamente situadas. "Son enfilaciones que sirven para orientar al marinero en su acceso al puerto. Las luces forman una línea vertical que indica la línea franca de entrada", explica Juan Luis Gómez, profesor de Comunicaciones, Navegación y Radar de la Escuela Náutica de Pasaia.

Los faros son un elemento más de seguridad y orientación para los marineros. "Todo profesional que sale al mar tiene que ir con su Carta de Navegación actualizada. En ella se especifica qué señal emite cada faro. Y todo el que se acerca al faro sabe exactamente cuál es el que está viendo", añade el profesor. De ese modo, no existe en toda la cornisa cantábrica otro faro que emita la misma señal. "Si no tienes puertos relevantes no hace falta ningún faro, porque sólo estás de paso. Eso explica que no haya señales luminosas en algunas zonas de la costa", declara Gómez.

SIETE FAROS

La única forma de ver tierra

El territorio guipuzcoano se ve desde el mar gracias a sus siete faros. El de la isla Santa Clara, en Donostia, y el de Senekozuloa, en Pasaia, son automáticos, y no vive nadie en su interior. Los demás están habitados por sus correspondientes técnicos.

En Hondarribia el faro situado en una torre cuadrangular de piedra está en el extremo del cabo del que toma su nombre, a tres kilómetros del municipio. El primitivo faro se encendió por primera vez en 1855, pero fue destrozado durante la guerra carlista por las tropas que asediaban Irun. El actual empezó a funcionar en 1881 y hoy en día está rodeado de bares, de restaurantes y de un camping.

Pasaia tiene dos faros. La Plata está en un castillo situado en la ladera del monte en el que vive el farero. Indica la peligrosa entrada al puerto desde 1855. En cuanto a Senokozuloa, es direccional y automático.

La torre redonda blanca que acoge el faro de Santa Clara se sitúa en la isla donostiarra del mismo nombre. Se trata de una instalación automática que funciona desde 1864. El primer faro construido en 1778 en el monte Igeldo fue destruido y en 1865 se sustituyó por el actual. La luminaria se sitúa encima de una torre cilíndrica blanca, sobre un edificio de dos plantas.

El famoso ratón de Getaria, como popularmente se conoce a la península de San Antón, se confundiría con los montes del fondo si no tuviera el faro que se encendió por primera vez en 1863. La zona ha sido convertida en una área de recreo por la que pasean numerosos vecinos de la localidad.

El faro de Zumaia se construyó en la punta de la atalaya de San Telmo en 1870 para señalar la peligrosa entrada al puerto. Era, en sus orígenes, un faro de quinto orden situado en la margen occidental de la ría y en la boca de entrada a la misma. Su torre tiene forma octogonal y está rematada con una cúpula gris.

CINCO FAREROS

Más que un oficio


Los siete faros guipuzcoanos están atendidos por cinco técnicos mecánicos de señales marítimas reacios a hablar con la prensa. En la profesión de los fareros se ha dado mucha importancia a la capacidad manual, ya que son ellos los que tienen que resolver los problemas que se presentan en la instalación. También hay que tener en cuenta las condiciones personales, ya que vivir en un faro puede suponer un obstáculo para desempeñar actividades tan comunes para algunos como comprar el pan o el periódico.

Dentro de poco las tradicionales funciones del farero las desempeñará el personal de las autoridades portuarias ya que la profesión se declaro a extinguir. Para ingresar en el cuerpo de torreros se convocaban exámenes en los que se exigía "poseer algún oficio, como cerrajero, ajustador mecánico, montador electricista u otros análogos, que pudieran ser demostrados de un modo práctico", así como "haber practicado durante tres meses en señales marítimas y en determinadas condiciones".

Entre las obligaciones de los técnicos, la principal es la de prestar servicio a las señales marítimas, sean cuales sean su clase y naturaleza: vigilar el alumbrado durante la noche, cuidar de la limpieza de los aparatos ópticos y acústicos de las máquinas, así como de los edificios o huertas.

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