sábado, 3 de noviembre de 2007

Luces amigas en la costa vasca

Cabo Higuer. GuipúzcoaLos faros son hitos que trascienden más allá de su mera funcionalidad como señal luminosa. Ni el GPS ni el sistema de localización de barcos AIS han conseguido dejarlos fuera de servicio. Siguen amparando a navegantes con sus aparatos catadióptricos o acrílicos, y pervive en muchos de ellos, pese a la monitorización, el binomio fareros-faro. Mantienen su inagotable capacidad de sugerencias positivas.

Conocer en otoño el patrimonio farero que antaño marcaba rutas balleneras y bacaladeras le da la auténtica esencia a la costa vasca. Qué mejor paraje que estas ayudas a la navegación encaramadas a promontorios, ligando a la perfección sus 246 kilómetros de litoral salpicados de cabos bravíos, frecuentemente envuelta en brumas, con las luces salvadoras de la costa. Aun no siendo visitables, cualquiera puede acercarse a parajes en los que sólo a estas torres luminosas les está permitido romper la faz natural. "En octubre, la temperatura sigue moderada, pero ya vienen avisando los temporales de la mar con el noroeste buscando clientes para las peluquerías", vaticina Cristina García-Capelo, farera de Machichaco.

DE BUENA PLANTA Higer. (HONDARRIBIA, GUIPÚZCOA)
De Hondarribia (Fuenterrabía) arranca la carretera que rodea el macizo de Jaizkibel. La playa, el puerto con los barcos atracados en hileras, la bahía anchurosa que forma el río Bidasoa fronterizo con Francia: todo ello da una idea cabal de lo sugestivo del acceso. La característica más destacable del faro de Higer (1881) es su fácil visibilidad. Tan sólo hay que aparcar frente a su fachada para regalarse con su torre, de sección cuadrangular primero y octogonal después, que toma el aire de un alminar neoclásico. Mide 21 metros y es la que mayor altura alcanza entre los faros vascos. Como acusando la influencia francesa, el rojo Burdeos estiliza la linterna aeromarítima acristalada que servía de orientación a los aviones del cercano aeropuerto.

Una cuesta enlaza con el islote de Amuitz, donde a más de uno le ha sorprendido la pleamar, requiriendo los servicios de un helicóptero. A mano derecha, la cala de los Frailes, pedregosa y de connotaciones naturistas. El faro está en un culo de saco, por lo que será inevitable pasar por el colorista barrio de La Marina y el único recinto amurallado de Guipúzcoa, en el que se acaba de acondicionar el baluarte de la Reina.

EL FIORDO VASCO
La Plata(PASAJES, GUIPÚZCOA)


En Trintxerpe (Pasajes de San Pedro), subir por la Itxas Etxea (Casa del Mar) y torcer a la derecha. Y aparcar, puesto que cerca arranca el camino al faro de La Plata: 1,7 kilómetros llanos y plagados de vistas aéreas. La blanca mole farística de La Plata trasciende a castillo medieval y acusa el dominio de la moda romántica imperante en 1855, cuando se erigió. La estructura, de tres plantas, presenta almenas, por si sus dos torreones dotados con arpilleras no fueran suficientemente intimidantes. Donde debería estar situada la torre del homenaje sobresale la linterna, único elemento perceptible desde el mar.

El amante de la naturaleza puede admirar el acastillado faro entre acantilados vírgenes y jugosos, sin otra construcción a la vista. Por la zona transcurre el Camino de Santiago costero: algunos peregrinos acabarán semanas después en el faro de Finisterre.

Nadie debería irse sin tomar la barca a Pasajes de San Juan, con sus bellas casas comprimidas entre Jaizkibel y el mar. Allí nos esperan la casa de Victor Hugo y los carpinteros de ribera.

ISLA Y CABO Santa Clara e Igeldo
(SAN SEBASTIÁN, GUIPÚZCOA)


La isla de Santa Clara se yergue en el corazón de la bahía donostiarra. Desde el Aquárium podemos disfrutar de estupendas panorámicas de su faro, técnicamente baliza, dado que su alcance es inferior a 12 millas. De su imponente fábrica descolla la cúpula de cobre sin la pintura blanca habitual que evitaba la dilatación originada por el sol. Al atardecer se percibe desde el puerto el parpadeo desincronizado de las luces de Santa Clara e Igeldo.

Al faro de Igeldo (1855) puede accederse por una estrecha carretera que parte de Ondarreta y abraza literalmente el blanco edificio. Éste se observa a placer: le dan estética la linterna y sus ménsulas de apoyo en piedra, así como el infaltable cupulino sustentador de la veleta. La misma carretera muere en el parque de atracciones de Igeldo, desde donde se otea el faro a vista de pájaro.

En San Sebastián es buen momento para celebrar los 30 años del Peine del viento, de Chillida, a los pies del Igeldo. Por sintonía, cabe visitar también, en el Centro Internacional de Cultura Contemporánea, las pinturas de Julian Schnabel (hasta el 21 de octubre).

MONTAÑA DOMESTICADA. Getaria y Zumaia (Guipúzcoa)
El monte de San Antón de Getaria -su particular ratón- configura un gratificante pulmón verde. A pie se cubren 800 metros hasta el faro rodeados de un parque forestal dotado de una variada representación autóctona de robles, fresnos, arces..., y una mancha de repoblación de encinas y alcornoques. Así se alcanza la escalera que trepa hasta la vivienda farera construida sobre el mogote que forma la cabeza del ratón. Al lado de bancos y tamarindos, las areniscas han creado formas sugestivas.

A pie se sube después a Katxapo, donde se atalayaba el paso de las ballenas. Luego puede bajarse a la centenaria apisonadora, desde donde se accede a tres miradores sobre el pueblo.

Los pesqueros de Getaria, mejor a primera hora de la mañana, muestran con orgullo su audacia marinera; en la tienda Itxas Mendi se venden productos típicos.

En Zumaia nos saluda al llegar la playa de Santiago, y, erguido sobre la Atalaya Baja, el faro adquiere visos de ermita. Ya lo apuntaba Fernán Caballero: "Un faro es, después de una iglesia, el más santo de los monumentos. Ambos tienen el mismo fin: guiar, alumbrar, consolar y salvar".

Remata el torreón octogonal (1870) su óptica de horizonte u ocultaciones: la luz en este caso es continua y se apaga secuencialmente. El azul marino que emplean los barcos pesqueros.

GUIÑÁNDONOS EL OJO
Santa Catalina. (LEKEITIO, VIZCAYA)


Si hubiera que buscar un faro del Cantábrico para contemplar cómodamente y embelesados su parpadeo, ése sería el de Lekeitio. A 1,5 kilómetros del puerto lekeitarra nos esperan dos bancos frente a la proa terrestre del cabo de Santa Catalina. Se columbra la torre a la altura de la vista, el muro, la malla que rodea la linterna y el resto de defensas contra el vandalismo (secuelas de la progresiva automatización de los faros).

La edificación cuelga de un resalte del escarpe, a 46 metros de altura, dibujando su silueta en el aire de manera que la estructura hexagonal y la piedra gris parecen estar a merced de las olas. Aparte del mismo puerto, del retablo gótico hispano-flamenco, de la calle de Santo Domingo y la playa de Karraspio, cabe apuntar para el próximo día 13 la feria agrícola y ganadera en Markina-Xemein.

EL DOMO PRODIGIOSO
Machichaco (BERMEO, VIZCAYA)


De camino a Machichaco habrá que estar al tanto del Campeonato del Mundo de surf (www.billabongpro.com), que se celebra estos días, en Bakio o en Mundaka (donde mejores olas haya). En Bermeo se rememora este año el 60º aniversario de la batalla naval de Machichaco, y tendrá lugar una feria medieval los días 20 y 21.

No es difícil separar lo mítico, lo paisajístico y lo aéreo en uno de los faros de mayor alcance en la costa española, enmarcado en la reserva de la biosfera de Urdaibai. Además, el faro de Machichaco "se encuentra en un lugar privilegiado para censar el paso de alcatraces, pardelas, págalos y paíños en su migración posnupcial", apunta Ramón Elosegui, coordinador de SEO / BirdLife Donostia. "Los días 6 y 7 celebramos en casi todos los faros el Día Mundial de las Aves".

A tres kilómetros de Bermeo surge el desvío que baja a la torre de lo que fue el faro viejo (1852), con el radar para el estudio del oleaje y la sirena. Lo mejor viene al caminar hacia el oeste, cuando se disfruta de una postal fastuosa: el islote Aketxe y la península de San Juan de Gaztelugatxe.

Subiendo por la colina, entre tojos y brezos, la linterna, con su estructura de fundición, se ofrece como un banquete gratuito de la mirada. Lo catedralicio de la óptica se manifiesta en sus tres caras gigantescas de cristal de roca tallado capaces de proyectar un haz de rayos a 55 kilómetros de distancia.

La fachada principal conserva todo el primitivo sabor de la sillería, simulando un ministerio de faros. Para retratarla, hay que acercarse a pie por la carretera sin sobrepasar la barrera.

CAMINO AL FARO
Faro de Gorliz (GORLIZ, VIZCAYA)


Por el faro de Gorliz, o Villano, no se pasa: hay que ir. Para lo cual se hace imprescindible invertir una jornada senderista con ropa de abrigo. Desde la playa de Gorliz, la carretera peatonal asciende dos kilómetros hasta el faro de moderna factura, según proyecto de Mariano Navas, actual presidente del Organismo Público Puertos del Estado, y Enrique Martínez Tercero. La unidad del paisaje sólo se ve alterada por estos elementos adosados de 21 metros de hormigón, rematados por una linterna acristalada que alcanza 165 metros, lo que lo convierte en el faro más alto de la cornisa cantábrica.

La vista es subyugante: se recrea hacia el oeste con el cabo de Uztrikotzek; hacia el este, sobre la isla de Villano, y el monte Ermua, que nada tiene que ver con el guipuzcoano del foro, cuyo logotipo, dicho sea de paso, es un faro diseñado por Agustín Ibarrola. Todo el monte está horadado por una antigua batería de costa.

RELAX EN EL GRAN BILBAO La Galea
(GETXO, VIZCAYA)


El extremo oriental del abra de la ría bilbaína guarda el faro de La Galea sobre una plataforma acantilada de pliegues y mantos cuyos bienestar y panorámicas sorprenden por su proximidad a Bilbao. De ahí que lo mejor, primeramente, sea cansarse en la capital vizcaína, disfrutando en el Guggenheim de su décimo aniversario con la exposición Arte en América (a partir del día 11), o bien en la divertida Fiesta de los Txikiteros (día 11). O en la inauguración (día 19) de la intervención artística de Daniel Buren en el puente de la Salve.

Hay que aparcar junto al molino de Aixerrota, puesto que el delicioso paseo marítimo conduce al solar del primitivo faro, el fuerte de La Galea, donde los días 7, 12, 13 y 14 se desarrollarán visitas teatralizadas (reservas, 944 91 08 00).

La torre del faro (1950) se encuentra en una generosa parcela embellecida con setos arbóreos que tienen su prolongación en el club de golf, a través de una alfombra de hierba perfecta, milimétricamente cortada. Ni rastro del runrún del tráfico urbano. Entre paseantes y deportistas, y un mobiliario urbano que le confiere al campo el aspecto de un parque bien cuidado. Junto a la sirena se escuchan los silbidos que emite un medidor de magnitudes meteorológicas.

La mirada puede abarcar toda la entrada del abra y el continuo tránsito de embarcaciones. Sería una pena no continuar a pie media hora hasta la playa de Azkorri.

Fuente: El País