miércoles, 3 de octubre de 2007

Faros de Almería – Mucho más que señales marítimas

Faros de AlmeríaEl lunes día 8 de octubre a las 20,30 horas, en el varadrero del Puerto de Almería, se presenta el libro de Mario Sanz 'Faros de Almería - Mucho más que señales marítimas', editado por el Instituto de Estudios Almerienses y la Autoridad Portuaria.

INTRODUCCIÓN
En la provincia de Almería, desde que el 30 de marzo de 1863 se inauguraron sus dos primeros faros, ha habido doce faros en funcionamiento. Esos dos primeros fueron el faro de Villaricos y el de Cabo de Gata. El de Villaricos, se apagó y desmontó, desapareciendo sin dejar rastro, diecisiete años después de su inauguración. El de Cabo de Gata continúa prestando servicio sin grandes cambios en su estructura, señalizando fielmente su esquina del mapa de la península Ibérica.

El 31 de diciembre del mismo año se inauguraron los faros de Mesa Roldán, Roquetas y Sabinal. El de Roquetas se apagó en 1945 y desde entonces, su edificio permanece sin equipo de iluminación pero manteniéndose erguido y en su sitio. El faro del Sabinal se hundió por la regresión de la costa y en 1926 se inauguró el actual faro, más metido en tierra. El faro de Mesa Roldán permanece en servicio desde su inauguración sin grandes modificaciones estructurales, viendo pasar a los buques que se aproximan o salen del Estrecho, orgulloso de su altura.

En 1865 se inauguraba la primera señal para el puerto de Almería, que consistía en una columna con un fanal colgado en su parte alta. Hasta llegar al actual faro se pasó por un faro móvil y otra columna de celosía. El faro que podemos ver ahora data de 1925.

El aisladísimo faro de la isla de Alborán se inauguraba en 1876, permaneciendo en servicio desde entonces con pocos cambios en su estructura pero muchos avatares en su conservación.

En 1881 se inauguraba el faro de Garrucha, heredero directo del de Villaricos, del que tomó los equipos y hasta las piedras. Este faro permanece en su ubicación original pese a la presión urbanística que le ha dejado encajonado entre las casas del pueblo.

En 1886 se inauguraba el faro de Adra que, posteriormente, sería destruido por el mar y sustituido por uno más elevado en 1899. El segundo faro sería relevado por la torre actual, que data de 1985.

En 1976 se colocaba un nuevo faro sobre el histórico Castillo de San Telmo, tomando su nombre.
El 13 de julio de 1991 se inauguraba el original faro de Punta de Baños en Guardias Viejas.
El último inaugurado en la provincia de Almería es el que se construyó sobre la torre de los Lobos, que tomaría el nombre de faro de la Polacra, y empezó a funcionar el 9 de septiembre de 1991.

Estos faros, a lo largo de su historia, han tratado de guiar a los navegantes que faenan o pasan por las costas de esta provincia, constituyendo una línea de iluminación del litoral por la que se orientan los marinos de cualquier nacionalidad.

Cada edificio y cada torre son diferentes, con diferentes alturas según su situación respecto al mar y con características luminosas diferentes para poder ser identificados de noche. Mostrar estos edificios, estas torres diferentes que contienen la luz de cada faro, es uno de los motivos de este libro.

Detrás de cada uno de los faros de Almería han estado los torreros, sus familias, los ingenieros, ayudantes y demás trabajadores que los han construido y mantenido. Los peones, las mandaderas, los torreros en prácticas, etc. En fin, un enorme grupo de personas que ha dado su trabajo, su sudor y, a veces, su vida, porque la luz de los faros no se extinguiera nunca. Rescatar sus historias y entrever sus vidas, entregadas al servicio de la señalización marítima, es otro de los motivos de este trabajo.

Pero los trabajadores del ramo y los usuarios no son los únicos para los que los faros tienen importancia. Los faros, hitos en el paisaje, son parte del litoral, inspiración de artistas, admiración de vecinos y visitantes. Edificios antiguos o singulares que llaman a cercarse, a hacerse fotos con ellos, a reproducirlos en cuadros, en versos, en diseños, en postales. Todo lo que suponen los faros aparte de su función de señalización, es el tercer motivo de este trabajo.

El último motivo que me ha llevado a escribir sobre los faros de Almería es el convencimiento de que los faros deben subsistir, a pesar de las nuevas tecnologías y a pesar de la economía y la productividad, porque detrás de cada faro hay mucho más de lo que vemos a simple vista, que ya es bastante. Desde estas líneas abogo por la protección, restauración y mantenimiento de los faros para su función principal y para cualquier uso técnico, cultural o educativo que se les pueda añadir. También estoy convencido de que los faros son un rico patrimonio histórico que debe ser protegido.

LOS FAROS EN LA SOCIEDAD ALMERIENSE
Los faros están presentes desde siempre en la vida de los almerienses que navegan y en la de los que no salen a la mar. Son referencias en su paisaje y símbolos utilizados en literatura, arte, publicidad, etc.

Así vemos que los faros se utilizan como modelo para diseños de edificios, como artículos de regalo, como logotipo para empresas, como fondo para campañas publicitarias y un largo etcétera.

Más literario es utilizar su nombre para publicaciones periódicas, lo que se dio, a menudo, en Almería. En nuestra provincia, en el último tercio del siglo XIX, se publicaba un periódico llamado “El Faro de Vélez Rubio”. En 1922 se editaba en Almería, durante poco tiempo, otro llamado “El Faro”. El 9 de julio de 1925, se empezaba a publicar en la capital el periódico llamado “Luz de Faro”, y en 1928 se editaba otra publicación llamada “El Faro del Sur”.

En Almería, aparte de la contemplación directa de las señales en la costa, tuvimos la oportunidad de realizar un acercamiento al mundo de sus faros a través de la “Exposición de maquetas y fotografías de faros de la Costa de Almería y Granada”, celebrada del 9 al 24 de febrero de 1996, en el Patio de luces de la Diputación. En esta exposición se exhibieron las maquetas de todos los faros, buenas fotos de Felipe Ortiz y algunas ópticas y documentación histórica de las señales almerienses. Además los técnicos de señales marítimas nos turnamos para que siempre hubiera alguno de nosotros en la sala, lo que me sirvió para contactar con antiguos faristas y algunos aficionados al tema.

En fin, está claro que los faros forman parte de la vida de los almerienses y por ello, recogiendo una sugerencia de José Antonio Amate, presidente de la Autoridad Portuaria de Almería, me he atrevido a realizar este trabajo, esperando que ayude a estrechar los lazos entre Almería y sus faros.

EPÍLOGO
Como puede comprobarse en este trabajo, los torreros, técnicos, fareros o faristas de Almería, junto con sus familias, han padecido temporales, terremotos, guerras, escasez, hambre y todo tipo de penurias; pero también han disfrutado de amistades y amores, y de la vida en lugares casi inaccesibles pero inolvidables.

He tratado de reflejar, lo más directa y fielmente posible, la historia de cada faro y de sus habitantes, limitado por el espacio físico del libro, por la cantidad de documentación que no he sido capaz de encontrar, por la cantidad de personas a las que no he podido entrevistar y por mis limitaciones particulares. Por eso mismo sé que en cada faro de esta provincia siguen ocultas cientos de historias, de alegrías y desgracias. Cientos de relatos, poemas o guiones de películas que esperan ser sacados del olvido.

Los técnicos de señales marítimas somos cada vez menos y más mayores, pero seguimos cuidando los faros y demás señales, de esta provincia nuestra, como el primer día, y con tanta dedicación como el primer torrero de Cabo de Gata o Villaricos, salvando las diferencias técnicas y laborales.

Por suerte, la mayor parte de los faros de Almería siguen en pie, con pocas variaciones en su estructura básica, realizando su función de señalización marítima y esperando ser catalogados como patrimonio histórico para asegurar su protección en el futuro.

Los faros de Almería han tratado de guiar a los navegantes, constituyendo una línea de iluminación y señalización del litoral, que ha ido ampliándose a lo largo de la historia.
Cada edificio y cada torre son diferentes, con características luminosas particulares para ser identificados de noche. Mostrar estos edificios, estas torres singulares que contienen la luz de cada faro, es uno de los motivos de este libro.

Detrás de cada faro han estado los torreros, sus familias y muchas otras personas que los han construido y mantenido; personas que ha dado su trabajo y su vida para que la luz de los faros no se extinguiese nunca. Rescatar sus historias y entrever sus vidas es otro de los motivos de este trabajo.

Los faros son hitos en el paisaje, inspiración de artistas, admiración de vecinos y visitantes; edificios antiguos o singulares que llaman a acercarse, a fotografiarlos, a pintarlos, a dedicarles versos. Todo lo que suponen los faros aparte de su función de señalización, también es motivo de este trabajo.

Los faros de Almería deben subsistir, a pesar de las nuevas tecnologías, de la economía y la productividad, porque detrás de cada faro hay mucho más de lo que imaginamos.


Fuente: Teleprensa

Faro Colón: más de siglo y medio guiando la navegación marítima

Este municipio cuenta en su demarcación con varias construcciones importantes, pero una de ellas, refrendada en el escudo de la ciudad, se mantiene erguida y lozana, cual indestructible edificación, pese a los 158 años de existencia: el Faro Colón.

Siendo Capitán General de la Isla Don Jerónimo Valdés, en 1842 ordenó levantarlo en un saliente conocido por Punta de Maternillos, en Cayo Sabinal. Su culminación estuvo a punto en 1850 y luego se gastaron cuatro mil 500 pesos para dotarlo del alumbrado.

En 1851 se autorizó un crédito mensual de 50 pesos para sostener al torrero. El pionero en esta labor fue Jacinto Díaz, quien se trasladó a residir allí con su esposa. En lo adelante, varias personas han cuidado el funcionamiento de la instalación.

El faro, de forma cilíndrica, coronada por la lámpara, cuenta con 178 pies de elevación desde el suelo y 192 sobre el nivel del mar. Un detalle curioso lo constituye el hecho de que su escalera circular interior está dotada de 365 peldaños, igual cantidad de días de un año nacional.

La hermosa y vetusta torre, muy bien conservada, sirve en las noches para guiar a los navegantes que pasan cerca de Maternillos, así como a los que se adentran en la Bahía de Nuevitas; su brillante luz es divisada cada noche desde la costa y puntos altos de la ciudad ribereña.

Este ha sido lugar de visitas obligadas para los que aquí vivimos y aquellos de otras latitudes, que vienen ávidos de conocer esta joya de la arquitectura colonial española, construida fundamentalmente con cal de cobos -caracol marino de 25 cm de diámetro, el mayor de las Antillas y de color nacarado-, elaborada a pie de obra.

Con 158 años de irradiación de luz, este emblemático faro ha dejado su impronta en los navegantes que lo recuerdan por haberles guiado en su ruta, pero sobre todo se ha fijado en los nueviteros, para pasar a formar parte de uno de sus más valiosos patrimonios.

lunes, 1 de octubre de 2007

Un Faro llamado John Lennon

Yoko Ono inauguró la Torre de la Paz, un faro construido en Islandia en honor a su ex marido John Lennon.

La Torre es una columna de 25 metros de altura, que se eleva en Videy Island, hacia la costa norte de Reykiavik. La construcción está dedicada a celebrar la paz y lleva inscripta la letra del clásico de Lennon Imagine en 24 idiomas. En la torre se recibirán mensajes con buenos deseos, oraciones y mensajes esperanzadores de todas partes del mundo.

En un principio, el faro se encenderá el 9 de Octubre (día del cumpleaños de Lennon) y se mantendrá prendida hasta el 8 de Diciembre, fecha en que el cantante murió. La torre también estará encendida en la víspera de año nuevo, durante una semana en primavera y en algunas ocasiones especiales arregladas entre Ono y la ciudad.

Sin embargo, la mujer de 73 años espera que un día, el faro ilumine permanentemene el cielo de Islandia. En declaraciones al New York Post, Ono expresó: "Esto es la respuesta a una oración, porque la primera vez que esuve en la casa de John el comentó que le gustaría construir un faro. Nunca supe como conceptualizar esas palabras y tampoco pensé que se podía convertir en realidad. Quizás algún día la torre esté prendida los 365 días del año, 24 horas por día, pero por ahora no insisto con eso".

Fuente: Rock&Pop.net

La Isla Tortuga: el refugio de los piratas

La Isla TortugaLa Isla Tortuga, situada al norte de la costa de Haití, en Las Antillas, se encuentra rodeada de aguas cristalinas de color azul intenso. Este pequeño enclave de 180 kilómetros también ha sido conocido con el nombre de la Isla de los piratas, y es que, desde el siglo XVI, ha constituido el refugio clandestino de piratas franceses, ingleses y holandeses que se enfrentaron a la flota española.

La isla fue también la base de los bucaneros (comerciantes independientes) franceses. En 1640, el francés Le Vasseur, ayudado por sus soldados, expulsó a los ingleses y consiguió el control de la isla. Desarrolló el cultivo del tabaco, del azúcar y la producción de carne al estilo de la bucana, es decir, carne al sol (de ahí el nombre de bucaneros), que encantaba a los piratas. Éstos encontraron en la isla un refugio si querían esconderse, el lugar donde conseguir víveres y pólvora e, incluso, el enclave donde dejar su botín (en lugar de cargar con él durante varios meses de viaje) hasta que pudieran regresar a recogerlo.

Por la Isla Tortuga pasó, en el siglo XVI, Sir Francis Drake, que dejó de ser pirata para convertirse en un corsario, es decir, obtuvo una “patente de corso”, un permiso oficial de Inglaterra para atacar sólo las naves de potencias enemigas, en concreto, las españolas, y repartirse luego el botín.

En el siglo XVII, estuvo en la isla el pirata inglés Bartholomew Sharp. También Jean David Nau (El Olonés). Este filibustero, tras naufragar en Campeche, consiguió refugiarse en la Tortuga. El Olonés se convirtió en leyenda por sus crueles abordajes a las flotas españolas y terminó siendo devorado vivo por los caníbales del Darién (Panamá).

Uno de los más destacables fue Barba Negra, que se estableció en la isla algún tiempo. Barba Negra, que llevaba una enorme barba oscura adornada con cintas y trataba con enorme crueldad a los prisioneros, sólo vivió de la piratería dos años. En 1718 el gobernador de Virginia ofreció una recompensa por él vivo o muerto. El teniente Robert Maynard, de la Royal Navy, consiguió darle alcance con dos barcos y, tras un lucha en cubierta, logró acabar con su vida (después de herirlo veinte veces con el machete y dispararle en cinco ocasiones). Maynard le cortó la cabeza, que colgó en su barco y, finalmente, cobró la recompensa.

La isla, sin duda, se convirtió en el epicentro de la piratería del Caribe. Un lugar misterioso que ocupó un lugar destacable en las grandes novelas de piratas.

Robert Louis Stevenson mencionó esta isla en su primer capítulo de su libro La isla del Tesoro (”… las historias que contaba eran lo que más amedrentaba a la gente. Sus espantosos relatos eran de ahorcados y de «pasear por la tabla», de borrascas en el mar, de la Isla de la Tortuga y de terribles hazañas y extraños parajes en la América española”).

El Corsario Negro, de Emilio Salgari, se desarrolla en gran parte en Isla Tortuga, donde corsarios, filibusteros y bucaneros construyeron una base de operaciones prácticamente inexpugnable.

También las películas de piratas la mencionan. Por ejemplo, en Piratas del Caribe: La maldición del Perla Negra (2003), Jack Sparrow (Johnny Depp) recluta a su tripulación en la Isla Tortuga.