Desde sus 53 metros de altura, el faro vigila la península de Cap Ferret, una larga lengua de 26 kilómetros de arena y pinos batida por el viento y las olas que separa el océano Atlántico de la bahía de Arcachon. Es la 'terre d'eau', la tierra de agua, espuma, los prados salados, los ostreros y los extensos campos de dunas de la costa de Aquitania. También es el reencuentro con 'les petites choses', esos detalles mínimos que hacen una estancia feliz.
1. Faro de Cap-Ferret
El faro domina la boca de la bahía, remanso que mezcla las aguas, salada del mar y dulce del río Eyre. Es de forma troncocónica, altivo, pero ya no tiene farero. Está controlado por satélite. El primero fue edificado en 1840. Los alemanes lo dinamitaron en 1944 y volvió a destellar en 1949, con una lentilla de 100 W que brilla hasta las 27 millas (alrededor de 50 kilómetros).
Se enclava en el centro de un parque, visitable todo el año, donde nos descubrirán el patrimonio natural, la arquitectura y las actividades marítimas de la península. La visita dura unos 40 minutos (adultos 4,5 € y niños 3 €).
Desde lo alto del faro se divisa un excelente panorama de la bahía, la mar abierta, la Reserva Natural del Banco de Anguin y, de manera especial, de la inmensa duna de Pyla.
2. Paseo por la Punta
Cap-Ferret no se termina en las dunas y el mar. La península ofrece un bosque de 7.000 hectáreas que recubre el 70% de la superficie. Es un pulmón verde de pinos y robles atravesado por una red de caminos y pistas ciclables con más de 50 km. señalizados. Nos permitirá descubrir la vegetación: mimosas, acacias, retamas... y la fauna: lagartos, culebras, erizos... que se esconde en las dunas.
El recorrido está señalizado con paneles. Entre uno y otro, camino de L'Herbe, tenemos la oportunidad de salir a la playa del océano, ideal para tomar el sol (el agua está muy fría).
3. Tren de Cap-Ferret
La península ha tenido varias líneas de ferrocarril de vía estrecha. Todas estuvieron relacionadas con el auge del turismo en Arcachon. Conectaban el embarcadero con la gran playa llamada L' Océan (El Océano). La última cerró en 1934.
El 14 de julio de 1952, un enamorado de los trenes inauguró una nueva línea, 'le petit train', de 2 kilómetros. Es una buena excusa para cruzar sentado la pineda en un corto viaje entre el embarcadero de Bélisaire y el océano. Circula de abril a septiembre. Otra 'aventura' es navegar en una 'pinasse', las barcas de fondo plano que utilizan los ostreicultores.
4. Los prados salados
Lège Cap-Ferret, a orillas del canal de La Lèje, es la capital de una península que forma un dique natural contra el mar. Las restantes nueve aldeas son igual de pintorescas, pero cada una con su encanto. Así, Clouey nos ofrece la 'Reserve des prés salés', los prados salados. Son praderas que se inundan con las mareas. Ofrece un recorrido de dos horas, tranquilo, discretamente señalizado, ideal para hacerlo con niños.
Fuente: El Correo