Este municipio cuenta en su demarcación con varias construcciones importantes, pero una de ellas, refrendada en el escudo de la ciudad, se mantiene erguida y lozana, cual indestructible edificación, pese a los 158 años de existencia: el Faro Colón.
Siendo Capitán General de la Isla Don Jerónimo Valdés, en 1842 ordenó levantarlo en un saliente conocido por Punta de Maternillos, en Cayo Sabinal. Su culminación estuvo a punto en 1850 y luego se gastaron cuatro mil 500 pesos para dotarlo del alumbrado.
En 1851 se autorizó un crédito mensual de 50 pesos para sostener al torrero. El pionero en esta labor fue Jacinto Díaz, quien se trasladó a residir allí con su esposa. En lo adelante, varias personas han cuidado el funcionamiento de la instalación.
El faro, de forma cilíndrica, coronada por la lámpara, cuenta con 178 pies de elevación desde el suelo y 192 sobre el nivel del mar. Un detalle curioso lo constituye el hecho de que su escalera circular interior está dotada de 365 peldaños, igual cantidad de días de un año nacional.
La hermosa y vetusta torre, muy bien conservada, sirve en las noches para guiar a los navegantes que pasan cerca de Maternillos, así como a los que se adentran en la Bahía de Nuevitas; su brillante luz es divisada cada noche desde la costa y puntos altos de la ciudad ribereña.
Este ha sido lugar de visitas obligadas para los que aquí vivimos y aquellos de otras latitudes, que vienen ávidos de conocer esta joya de la arquitectura colonial española, construida fundamentalmente con cal de cobos -caracol marino de 25 cm de diámetro, el mayor de las Antillas y de color nacarado-, elaborada a pie de obra.
Con 158 años de irradiación de luz, este emblemático faro ha dejado su impronta en los navegantes que lo recuerdan por haberles guiado en su ruta, pero sobre todo se ha fijado en los nueviteros, para pasar a formar parte de uno de sus más valiosos patrimonios.
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